Coronavirus (COVID-19): La importancia de la alimentación y su relación con el sistema inmunológico

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Nutrientes implicados en el sistema inmunitario

La EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) reconoce que algunas vitaminas o minerales (cobre, folatos, hierro, selenio, zinc o vitaminas A, B6, B12, C y D, entre otros…) participan en el correcto funcionamiento del sistema inmunitario (tabla 1).

Tabla 1 Vitaminas y minerales con relación directa con el sistema inmunitario.

NutrienteFunciones inmunitariasFuentes alimentarias
Vitamina CAumenta la producción de interferón con acción especialmente antivírica Necesaria para formar colágeno (contribuye al mantenimiento de las barreras naturales contra las infecciones)Guayaba, kiwi, mango, piña, cítricos, melón, fresas, bayas, pimientos, tomates, coles, frutas y hortalizas en general
Vitamina EAumenta la respuesta inmunológica (administrada en dosis de 200 mg/ día a personas inmunodeprimidas con dietas desequilibradas, se demostró que su respuesta inmunológica mejoró notablemente).Aceite de germen de trigo, aceite de soya, germen de cereales o grano entero (pan, arroz y pastas alimenticias integrales, etc.), aceites de oliva (principalmente virgen primera presión en frío), vegetales de hoja verde y frutos secos.
Vitamina AJuega un papel esencial en las infecciones y el mantenimiento de la integridad de la superficie de las mucosas (barreras naturales contra las infecciones)Hígado, mantequilla, leche, huevo y lácteos en general.
Complejo B y ácido fólicoSe han descrito alteraciones del sistema inmunológico asociadas al déficit de las vitaminas del grupo B. La carencia de ácido fólico suprime la respuesta de algunos linfocitos lo que a su vez se acompaña en una disminución de anticuerpos. La deficiencia de tiamina, riboflavina, ácido pantoténico, biotina y cianocobalamina pueden disminuir la producción de anticuerpos.Verduras, principalmente en vegetales de hoja verde, frutas, frutos secos, cereales, legumbres, carnes y vísceras, pescado, mariscos, huevo, lácteos, mariscos, pescado.    
FlavonoidesAntioxidantes presentes en numerosos vegetales, algunos de los cuales potencian la acción de la vitamina CColes, verduras de hoja verde, frutas rojas, moradas y cítricos.
HierroEl déficit del hierro es relativamente frecuente, disminuye la proliferación, la multiplicación y crecimiento celular y la respuesta inmunológicaHígado, carnes, pescado, huevo y lácteos
ZincLa carencia de zinc influye en la respuesta inmunológica y afecta fundamentalmente a los órganos linfoidesMariscos, hígado, semillas de calabaza, quesos, frutos secos, cereales, carnes, pescados, huevo y lácteos
SelenioEl déficit de selenio afecta a la inmunidad, la respuesta de los anticuerpos frente a ciertos tóxicos y el desarrollo de linfocitosCarne, pescado, mariscos, cereales, huevos, frutas y verduras.

En particular, la vitamina C, la D y el Zinc, son esenciales para mantener altas las defensas.

La vitamina C: proporciona apoyo para la piel y la mucosa, nuestra primera línea de defensa inmunológica.

El cuerpo no puede producir la vitamina C por sí solo, ni tampoco la almacena. Por lo tanto, es importante incluir muchos alimentos que contengan esta vitamina en la dieta diaria. Esta vitamina se necesita para el crecimiento y reparación de tejidos en todas las partes del cuerpo.

El Zinc: es un elemento clave en la formación de anticuerpos, la tercera línea de defensa inmunológica.  

  • Ayuda a mantener la integridad de la piel y las mucosas.
  • Ayuda a proteger las células
  • Contribuye a mantener el cuerpo sano
  • Contribuye a la integridad del sistema inmune

Sin embargo, esto no significa que un aporte extra de los mismos mejore la inmunidad, ni que existan en la población deficiencias de estos nutrientes.

Inmunidad y nutrición

Hasta la fecha se han identificado numerosos componentes de la dieta que poseen acción inmunoestimuladora. Se ha descubierto que algunos péptidos de la dieta (derivados de la caseína, la soja y otras proteínas), la arginina, la glutamina, los ácidos nucleicos y las vitaminas A, C y E, estimulan la función inmunológica. Además, se ha observado que la relación entre los ácidos grasos poliinsaturados de las series *-3 y *-6 altera la composición y fluidez de la membrana plasmática, modifica el flujo de los canales iónicos, los mecanismos de marcaje celular, la respuesta a los eicosanoides, la liberación de citocinas y la respuesta inmunitaria celular.

La glutamina tiene un papel relevante en el sistema inmunitario por múltiples vías: por una parte, como donante de nitrógeno para la síntesis de purinas y pirimidinas, la formación de dinucleótido de nicotinamida y adenina (NAD) y aminoazúcares, así como sustrato para la formación de arginina, y por otra, como sustrato energético para los enterocitos, las células de división rápida, los linfocitos y los macrófagos.

La arginina mejora la función inmunológica celular, tiene efectos anticatabólicos y desempeña un importante papel en el ciclo de la urea gracias a la eliminación del organismo de compuestos nitrogenados no esenciales.

Observaciones recientes han puesto de manifiesto que los lípidos de la dieta, además de servir como fuente de ácidos grasos esenciales, fuente calórica y como vehículos de vitaminas liposolubles, pueden afectar de manera importante al sistema inmunitario.

El interés de los ácidos grasos w-3 en inmunonutrición se basa en que su metabolización da lugar a los ácidos eicosapentanoico (EPA) y docosahexanoico (DHA), que favorecen el sistema inmunitario mediante competición con el ácido araquidónico, un ácido graso w-6 que, en concentraciones elevadas, deprime el sistema inmunitario y favorece la respuesta inflamatoria.

La estrecha relación entre la nutrición y el sistema inmunitario

Algunos micronutrientes como la vitamina A (betacaroteno), ácido fólico, vitamina B6, vitamina B12, vitamina C, vitamina E, hierro, zinc, cobre y selenio, ejercen efectos inmunomoduladores e influyen en la susceptibilidad del huésped a sufrir infecciones.

En relación con la vitamina A, se ha estudiado sobre todo el efecto del betacaroteno (provitamina A) sobre el sistema inmunitario, y se ha visto su intervención en los mecanismos de defensa. Así, se ha observado que su deficiencia ocasiona una disminución del tamaño del timo y bazo, una reducción en la actividad de las células NK, una menor producción de IFN-g(interferón-g), un descenso de la hipersensibilidad retardada cutánea, y una baja respuesta a la estimulación con mitógenos por parte de los linfocitos.

Es indiscutible también el hecho de que una ingesta adecuada de vitamina E es esencial para el correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Se ha podido demostrar que la deficiencia de este nutriente está asociada con una respuesta inmune deteriorada, produciéndose alteraciones en la inmunidad humoral, inmunidad celular y la función fagocítica.

Por otra parte, la vitamina C afecta algunos parámetros del sistema inmunitario, pudiendo producir su deficiencia un aumento en la susceptibilidad a sufrir infecciones, sobre todo a nivel del tracto respiratorio superior.

Se ha observado que las deficiencias en otras vitaminas también producen alteraciones en la capacidad de defensa del sistema inmunitario. Así, se ha demostrado en animales de experimentación que los déficits de vitamina B6, tiamina y riboflavina están asociados con una reducción del tamaño del timo. Cuando existe carencia de vitamina B6 y B12 se produce una disminución de la respuesta proliferativa de linfocitos frente a un mitógeno.

El hierro, el zinc, el cobre y el selenio son necesarios para un funcionamiento adecuado del sistema inmunitario y son fundamentales para una correcta protección frente a las infecciones. Un aporte inadecuado de estos nutrientes está asociado con una supresión de la inmunidad celular y de la inmunidad adquirida; si se produce esta situación estaría aumentado el riesgo de morbilidad y mortalidad por infecciones virales, microbianas y parasitarias.

El sistema inmunológico es el encargado de la protección del cuerpo frente a diferentes agentes que el organismo identifica como posibles agresores, ya sean virus, bacterias, alérgenos, toxinas, células malignas, etc. La alimentación, tiene bastante qué decir y por eso se ha acuñado el término inmunonutrición, para referirse a la ciencia encargada de estudiar la relación entre nutrientes e inmunidad.

El sistema inmune trabaja de forma eficiente y adecuada cuando una persona está sana y bien nutrida. Una situación carencial a nivel nutricional va a desencadenar una merma en los mecanismos de protección, de manera que piel y mucosas se pueden ver afectadas en pacientes desnutridos, disminuyendo su funcionalidad y efectividad. Por otra parte, existen nutrientes específicos que tienen un papel relevante dentro del sistema inmune, y que pueden pasar a ser esenciales en personas que padecen determinados problemas de salud.

Existen diferentes nutrientes directamente implicados en el funcionamiento del sistema inmune:

Vitamina A: Es necesaria para la formación de anticuerpos e interviene en el mantenimiento de la piel, ojos, sistema digestivo y genitourinario. Encontramos vitamina A o sus precursores en alimentos como la zanahoria, albaricoque, espinaca, calabaza, boniato, el pimentón, el perejil, los huevos, las angulas, etc.

Vitamina D: Regula la función inmunitaria por su papel en la producción de proteínas antibacterianas. La vitamina D se encuentra mayoritariamente en los pescados azules, los huevos, las setas y los lácteos enteros.

Vitamina E: Esta vitamina tiene función antioxidante y además su función específica es incrementar la actividad de los linfocitos T, protegiendo las membranas celulares. La encontramos en los aceites como el de girasol y el de soja, en los cacahuetes, el maíz, los frutos secos, el germen de trigo, etc.

Vitamina C: Además de ser antioxidante, regula la respuesta inmunitaria y estimula las funciones de los leucocitos. Encontramos vitamina C en perejil, pimientos, brécol, coles de Bruselas, kiwi, papaya, fresones, limón… Pero debemos tener en cuenta que es una vitamina muy termolábil por lo que el cocinado daña su estructura.

Cobre: Es un mineral implicado en la respuesta inmune innata, pero resulta complejo calcular la concentración orgánica de este mineral y la relación dosis-inmunidad. Los alimentos más ricos en cobre son las legumbres, los cereales integrales, el cacao, las nueces, las pasas, las ciruelas pasas, el sésamo, los pistachos…

Selenio: Tiene funciones antioxidantes y contribuye a la función inmunitaria, pero en exceso puede tener un efecto pro-inflamatorio, por lo que en caso de suplementación se debe modular correctamente la dosificación. El selenio lo encontramos de forma natural en las nueces de Brasil, los cereales integrales, mariscos y pescados.

Hierro: Participa en la producción de linfocitos T y forma parte de enzimas antioxidantes, pero también genera especies reactivas de oxígeno que participan en la oxidación. Por ello, también es esencial ajustar la cantidad utilizada en suplementos. Los alimentos más ricos en hierro son los moluscos bivalvos como berberechos, almejas y mejillones, carnes y vegetales como la soja y otras legumbres, frutos secos, sésamo… aunque la forma química en vegetales es menos biodisponible.

Zinc: Este mineral tiene una función inmunomoduladora, se ha utilizado a nivel pediátrico en infecciones respiratorias y para la recuperación del sistema inmune en casos de desnutrición. Lo encontramos en piñones, sésamo, pipas de girasol, germen de trigo, queso, carnes, legumbres…

Proteínas: Se ha podido observar que la cantidad y la naturaleza de las proteínas que se ingieren en la dieta influyen sobre la respuesta inmunológica.

Glutamina: La glutamina tiene un efecto protector y restaurador de los daños que se producen en la mucosa intestinal debido a ciertos tratamientos o problemas de salud. La suplementación de glutamina en dosis iguales o superiores a 0,2 g/Kg peso/día ha demostrado tener efectos positivos a nivel de la mucosa intestinal en pacientes con nutrición parenteral, y ha mostrado diversos efectos positivos en pacientes postquirúrgicos.

Ácidos grasos omega 3: Los ácidos grasos omega 3 limitan el efecto proinflamatorio de los ácidos grasos omega 6 y su uso en fórmulas de nutrición ha mostrado efectos positivos a distintos niveles, entre ellos, una mejor respuesta inmunitaria.

Arginina: Cuando el organismo está sometido a procesos de estrés la producción la síntesis de arginina es insuficiente. Este aminoácido mejora la función inmunológica celular y la cicatrización de heridas. Se ha valorado su suplementación, hasta 30 g al día, aunque se considera necesario realizar más estudios para acabar de determinar su eficacia.

Nucleótidos: Estas moléculas tienen funciones a nivel inmunológico, y su ingesta suficiente a través de la alimentación es necesaria para mantener una función inmunitaria correcta, pero no se dispone de evidencias para recomendarlos como suplementos.

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